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jueves, 1 de junio de 2017

Un equipo alemán consigue analizar ADN nuclear de tres cadáveres embalsamados en el antiguo Egipto

Los egipcios actuales tienen un gran parentesco con los antiguos subsaharianos y una escasa relación con los habitantes del país en la época de los faraones, según un estudio realizado por un equipo de investigadores coordinado por el Instituto Max Planck y la Universidad de Tubinga, ambos con sede en Alemania.

Durante décadas, las momias egipcias han negado a los científicos uno de sus mayores encantos. A pesar de la aparente conservación de la piel y los tejidos blandos, extraer ADN de los cuerpos de faraones y nobles que fueron embalsamados ha resultado imposible. El ejemplo más característico es Tutankamón, cuyo árbol genealógico e historial médico basado en material genético nunca ha sido aceptado por todos los expertos.

Un sarcófago hallado en el cementerio de Abusir el-Meleq
Un equipo de investigadores de Alemania y otros países publica un estudio que puede tener importantes repercusiones en este campo. El trabajo ha analizado 151 momias de la necrópolis de Abusir-El Meleq, en el cauce del Nilo entre El Cairo y Luxor. Los cadáveres pertenecían a personas de clases medias entre el Nuevo Reino y el periodo Romano y juntos abarcan 1.300 años de historia de Egipto. Los investigadores han conseguido leer el genoma mitocondrial de 90 momias y analizar parte del genoma nuclear de tres de ellas.
“Este es sin duda el mayor estudio genético de momias egipcias realizado hasta la fecha y el primero que consigue analizar el genoma nuclear”, asegura Wolfgang Haak, del Instituto Max Planck de Historia Humana y coautor del estudio. Las nuevas técnicas de secuenciación empleadas para leer letra a letra el ADN de las momias permiten realizar análisi similares en momias más antiguas, incluida la de Tutankamón, si las autoridades egipcias dan su permiso, asegura Haak.
“Desde hace 30 años, todos los estudios de este tipo se han visto afectados por el problema de la contaminación de las muestras”, razona el investigador. Eso incluye al que publicó Svante Paabo, uno de los mayores expertos mundiales en ADN antiguo, en 1985, y que presentaba el primer caso de extracción de material genético de una momia egipcia, y continúa hasta los de la familia de Tutankamón, publicados en 2010 y cuestionados poco después. Las altas temperaturas, la humedad y los productos usados para embalsamar degradan el ADN hasta el punto de que su extracción con las técnicas convencionales (reacción en cadena de la polimerasa) es “improbable”, según el nuevo estudio.

Huesos y dientes

El equipo de Haak ha optado por la secuenciación de alto rendimiento, una nueva tecnología disponible desde 2005. Esta técnica es “capaz de leer muchas más secuencias de ADN al mismo tiempo y permite estar más seguros de que lo que se está analizando es el ADN de la momia”, explica el investigador. Además los autores del trabajo buscaron donde otros no lo hicieron. “Antes, muchos científicos se dejaban engañar por la perfecta preservación” del exterior de los cuerpos e “intentaban extraer el ADN de la piel o los músculos”, que en realidad estaban muy deteriorados, explica Haak. Ellos han obtenido "los mejores resultados" extrayendo material del hueso y los dientes, asegura.

En tres de las momias, el equipo ha podido analizar 1,2 millones de marcadores genéticos presentes en el genoma nuclear, que compone el grueso de la información genética de cada individuo y que se almacena en el núcleo cada una de sus células. En cambio, el genoma mitocondrial se encuentra en las mitocondrias, los orgánulos que generan la energía de la célula. Según Haak, las tres momias eran hombres. Uno de ellos tenía entre 20 y 30 años y no se saben características físicas. De los otros dos se conoce que tenían marcadores genéticos de piel clara, ojos oscuros y eran intolerantes a la lactosa.
El trabajo, publicado hoy en Nature Communications, ha comparado el genoma de las momias con el de los egipcios actuales y muestra que estos últimos son más parecidos a los africanos subsaharianos que al pueblo que inventó los jeroglíficos y levantó las pirámides. A juzgar por el ADN de las momias, los habitantes del antiguo Egipto eran más parecido a las poblaciones actuales de países de Oriente Próximo fuera de África. En los últimos 1.500 años, los egipcios se mezclaron con poblaciones subsaharianas debido a la mejora de las rutas de navegación por el Nilo y por las rutas de comercio de esclavos a través del Sáhara que comenzaron a funcionar hace unos 1.300 años, lo que explicaría los resultados.
“Este estudio abre la posibilidad de hacer egiptología genética, lo que hasta ahora no existía”, opina Carles Lalueza-Fox, investigador del CSIC experto en ADN antiguo. El experto opina que “todos los estudios anteriores, especialmente aquel sobre la dinastía XVIII [la de Tutankamón], no se pueden creer”, y añade que “este estudio demuestra que, si se hace bien, se podría estudiar el ADN de momias egipcias”.
Haak dice que la técnica empleada “puede funcionar totalmente” para momias más antiguas, incluida la de Tutankamón y su familia, aunque no está seguro de que vaya a suceder. Para rescatar ADN es necesario abrir el vendaje, “diseccionar la momia” y extraer un poco de hueso o diente triturado. “En este momento estamos en negociaciones con museos en Alemania y Egipto para conseguir el acceso necesario”
Mapa de Egipto que muestra el sitio arqueológico Abusir el-Melek, donde hicieron el estudio.

lunes, 20 de marzo de 2017

CONFUSIÓN ARQUEOLOGICA

La estatua de 3000 años encontrada en El Cairo no era de Ramsés II sino del faraón Psamético I

Recientemente se llevó a cabo uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de las últimas décadas. Arqueólogos desenterraron un coloso de 8 metros de alto y 3.000 años de antigüedad que se creía representaba a Ramsés II, pero han descubierto que en realidad rendía tributo al faraón Psamético I.

La estatua milenaria fue descubierta enterrada en lo que actualmente es un barrio muy pobre de El Cairo, Egipto, cerca de las ruinas del templo de Ramsés. Su ubicación fue lo que llevó a creer a los arqueólogos que se trataba de una estatua del faraón mejor conocido como Ramsés el Grande, pero no fue así. En realidad la estatua fue construida para representar a un faraón que gobernó seis siglos más tarde.


El ministro de Antigüedades de Egipto reveló que, al estudiar de forma minuciosa la cabeza del coloso, se percataron de algunos detalles como la forma de la corona y los rasgos de rostro y los ojos, los cuales son característicos de esculturas durante otros períodos. Tras seguir buscando en las ruina encontraron reliquias enormes con inscripciones que confirmaron sus sospechas: la estatua no es de Ramsés II sino de Psamético I.
Este faraón tuvo uno de los reinados más largos en la historia de Egipto, entre el 664 a.C. y 610 a.C., para un total de 54 años al poder. Fue el responsable de fundar la dinastía saita al conseguir la independencia del Imperio asirio. Esta estatua se ha convertido, según los oficiales egipcios, en la mayor escultura encontrada de ese período.
El Ministerio de Antigüedades de Egipto ha comunicado que la antigua estatua egipcia recién descubierta en un suburbio de El Cairo no representa al rey Ramsés II, contrariamente a lo que inicialmente se había anunciado. La entidad gubernamental asegura ahora que la efigie corresponde al faraón Psamético I.
Los fragmentos de su estatua han sido trasladados al Museo Egipcio de El Cairo, donde serán restaurados y expuestos temporalmente. 

viernes, 17 de marzo de 2017

LA FELICIDAD EN LA GIOCONDA


Un análisis del cuadro de Leonardo da Vinci llevado a cabo en la Universidad de Ámsterdam con un software especial para detectar rasgos faciales (curvatura de los labios, pliegues alrededor de los ojos, etc.) y asociarlos a emociones, concluyó que la enigmática Mona Lisa está un 83 % contenta, un 9 % disgustada, un 6 % temerosa y un 2 % enfadada.


En dos experimentos, presentaron a una docena de participantes estímulos de rangos diferentes a lo largo de un eje feliz-triste de las expresiones emocionales de la cara.
Los estímulos se presentaron en orden aleatorio y los participantes indicaron la expresión facial emocional percibida (primera tarea) y la confianza de su respuesta (segunda tarea). La probabilidad de responder "feliz" a la Mona Lisa original fue cercana al 100%.El programa se diseñó analizando los gestos de otras mujeres en fotografías y cuadros para determinar cuál es la expresión "neutra" y las variantes que expresan emociones.El neurocientífico Juergen Kornmeier, de la Universidad de Freiburg en Alemania, quien es el coautor de este estudio indicó: “Estamos realmente asombrados”.Kornmeier y un equipo usó la imagen de la Mona Lisa en un estudio sobre los factores que influyen cómo los seres humanos juzgan los detalles visuales como por ejemplo, los que aparecen en las expresiones faciales. La Mona Lisa siempre ha sido objeto de polémicas por ello. El retrato de la mujer se ha visto desde ser un gesto de felicidad o bien convertirse en un gesto menos feliz en la medida que se ve por más tiempo la pintura.Usando una copia en blanco y negro de la obra de Leonardo, el equipo manipuló las esquinas de la boca ligeramente hacia arriba y hacia abajo, para así crear ocho imágenes alteradas: cuatro progresivamente “más feliz” y cuatro progresivamente “más triste”.Un bloque de nueve imágenes se le mostraron a 12 participantes 30 veces. Cada vez las imágenes se cambiaban al azar y los participantes debían describir si las imágenes mostraban a una mujer feliz o no. “Dada la descripción del arte y de la historia del arte, pensamos que el original quedaría como el más ambiguo”Pero en lugar de esto, “para nuestro gran asombro, hallamos que el original de Leonardo lo percibieron los participantes como feliz en el 97% de los casos”.
En una segunda fase del experimento, en donde se puso a una Mona Lisa con ocho versiones “más tristes”, la gente siguió describiendo la imagen original como de felicidad, pero los participantes cambiaron de opinión observando las otras imágenes.“Hallaron que las imágenes eran un poco más tristes que en el primer experimento”,  esto confirmó que “no tenemos una escala fija de felicidad o tristeza en nuestros cerebros y que todo parece depender mucho del contexto”.
“Nuestro cerebro maneja de manera muy rápida el campo que observa. Notamos entonces el rango total y adaptamos nuestros estimados” usando nuestra memoria sobre experiencias sensoriales previas”
Otro descubrimiento interesante fue que las personas identificaron a las Mona Lisa felices mucho más rápidamente que las tristes. Esto sugiero que “podría haber una ligera preferencia en los seres humanos hacia la felicidad”.
El experimento y trabajo científico llega a concluir que el gesto de la Mona Lisa es de felicidad. “Y puede haber alguna ambigüedad al respecto”, dice Kornmeier, “pero no en el sentido de feliz contra triste”.


"Nos quedamos atónitos", comento a la AFP el experto en neurociencias Juergen Kornmeier de la Universidad de Friburgo, en Alemania. 
Mirala en youtube :
https://youtu.be/V1C9kR40-iU
https://youtu.be/baWVLdJBsNg

Traducción y edición Michael.