ARTE ARGENTINO: "La vuelta del malón", autor Della Valle, Ángel .
Este magnifico óleo argentino lo podes apreciar en la sala 24 del MNBA argentina.
Pintado con el expreso propósito de enviarlo a la exposición universal
con que se celebraría en Chicago el cuarto centenario de la llegada de
Colón a América, el cuadro fue exhibido nuevamente en Buenos Aires ese
mismo año en la exposición preliminar del envío a Chicago. En la
Exposición Colombina obtuvo una medalla (de única clase) y al regreso se
exhibió nuevamente en Buenos Aires, en el segundo Salón del Ateneo en
1894.
Fue la obra más celebrada de Della Valle. Presentaba por
primera vez en las grandes dimensiones de una pintura de salón una
escena que había sido un tópico central de la conquista y de la larga
guerra de fronteras con las poblaciones indígenas de la pampa a lo largo
del siglo XIX: el saqueo de los pueblos fronterizos, el robo de ganado,
la violencia y el rapto de cautivas. En el manejo de la luz y la
pincelada se advierte la huella de la formación de Della Valle en
Florencia: no solo el aprendizaje con Antonio Ciseri sino también el
conocimiento de los macchiaioli y los pintores del Risorgimento
italiano. Algunos críticos lo vincularon con los grandes cuadros de
historia del español Ulpiano Checa que se había hecho famoso por sus
entradas de bárbaros en escenas de la historia de España y del imperio
romano. Sin embargo, el cuadro de Della Valle entroncaba con una larga
tradición no solo en las crónicas y relatos literarios inspirados en
malones y cautivas, sino también en imágenes que, desde los primeros
viajeros románticos europeos que recorrieron la región en la primera
mitad del siglo XIX, representaron cautivas y malones. En la década de
1870 Juan Manuel Blanes había realizado también algunas escenas de
malones que aparecen como antecedentes de esta obra. Casi ninguna, sin
embargo, había sido expuesta al público ya que tuvieron una circulación
bastante restringida. La vuelta del malón fue, entonces, la
primera imagen que impactó al público de Buenos Aires referida a una
cuestión de fuerte valor emotivo e inequívoco significado político e
ideológico.
Según refiere Julio Botet, a partir de una entrevista al
artista en agosto de 1892, el asunto del cuadro se inspiraba en un malón
llevado por el cacique Cayutril y el capitanejo Caimán a una población
no mencionada. Otro comentario (en el diario Sud-América)
ubicaba el episodio en la población de 25 de Mayo. Pero más allá de la
anécdota el cuadro aparece como una síntesis de los tópicos que
circularon como justificación de la “campaña del desierto” de Julio A.
Roca en 1879, produciendo una inversión simbólica de los términos de la
conquista y el despojo. El cuadro aparece no solo como una glorificación
de la figura de Roca sino que, en relación con la celebración de 1492,
plantea implícitamente la campaña de exterminio como culminación de la
conquista de América.
Todos los elementos de la composición responden
a esta idea, desplegados con nitidez y precisión significativa. La
escena se desarrolla en un amanecer en el que una tormenta comienza a
despejarse. El malón aparece equiparado a las fuerzas de la naturaleza
desencadenadas (otro tópico de la literatura de frontera). Los jinetes
llevan cálices, incensarios y otros elementos de culto que indican que
han saqueado una iglesia. Los indios aparecen, así, imbuidos de una
connotación impía y demoníaca. El cielo ocupa más de la mitad de la
composición, dividida por una línea de horizonte apenas interrumpida por
las cabezas de los guerreros y sus lanzas. En la oscuridad de ese cielo
se destaca luminosa la cruz que lleva uno de ellos y la larga lanza que
empuña otro, como símbolos contrapuestos de civilización y barbarie. En
la montura de dos de los jinetes se ven cabezas cortadas, en alusión a
la crueldad del malón. En el extremo izquierdo se destaca del grupo un
jinete que lleva una cautiva blanca semidesvanecida, apoyada sobre el
hombro del raptor que se inclina sobre ella. Fue este el fragmento más
comentado de la obra, a veces en tono de broma, aludiendo a su
connotación erótica, o bien criticando cierta inadecuación del aspecto
(demasiado “civilizado” y urbano) de la mujer y de su pose con el resto
de la composición.
La vuelta del malón fue llevada a la
Exposición Colombina de Chicago por el oftalmólogo Pedro Lagleyze, amigo
del artista, en medio de la desorganización y dificultades que rodearon
ese envío oficial. Fue exhibida en el pabellón de manufacturas, como
parte del envío argentino, junto a bolsas de cereales, lanas, cueros,
etc. Los pocos comentarios que recibió se refirieron a la escena
representada como una imagen de las dificultades que la Argentina había
logrado superar para convertirse en una exitosa nación agroexportadora.
Ángel Della Valle pintó una versión reducida de La vuelta del malón
para obsequiar a Lagleyze al regreso. Conocida como “malón chico” ha
sido con frecuencia tomada por un boceto. También pintó más tarde
algunos fragmentos aislados de su gran tela: el grupo del guerrero y la
cautiva y el indio que enarbola la cruz.
Della Valle había comenzado a
pintar cuadros de tema pampeano durante su estadía en Florencia. En
1887 envió a Buenos Aires varias obras, entre las que pudo verse un
indio a caballo (En la pampa) y La banda lisa, que aparecen como tempranas aproximaciones al tema de La vuelta del malón.
La
pintura fue solicitada por el director del MNBA, Eduardo Schiaffino, a
la familia del artista tras su muerte en 1903; esta optó por donarla a
la Sociedad Estímulo de Bellas Artes con el cargo de su venta al MNBA a
fin de instituir un premio anual de pintura denominado “Ángel Della
Valle”
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